Belaúnde Terry, arquitecto que gobernó
dos periodos nuestro país, proveniente de una de las familias más
influyentes de nuestra sociedad, es catalogado como el presidente que
más daño le hizo al sector forestal del Perú y Latinoamérica,
principalmente en su segundo gobierno, lo que podría ser como una
venganza al país que lo sacó del sillón presidencial, dejando
abierta las puertas para la ignorancia y subdesarrollo en la selva
peruana.
Su obsesión por la Amazonía lo llevó
a no escuchar a los técnicos forestales del país, abriendo
carreteras como la marginal de la selva sin ningún tipo de
planificación, pasando esta sobre los experimentos forestales de
varias décadas en el Bosque Nacional von Humbolt, o promoviendo la
colonización sin ningún tipo de reparo ambiental.
Admiraba y elogiaba públicamente y
como héroes a Arana y Fitzcarrald, caucheros dementes que asesinaron
a más de 3000 indígenas a comienzos de 1900.
Y por si fuera poco, en 1968, y
lamentablemente justo antes del golpe de estado de Velasco, Belaúnde
ordenó personalmente el bombardeo de los nativos Matsés con napalm,
aquella arma de destrucción masiva prohibida hoy en día
mundialmente por los daños que causa, ordenado además a la prensa
nacional, con la cuál el tenía muy buenas relaciones familiares,
que los pilotos de los aviones bombarderos sean considerados héroes
por su trabajo de exterminio. La causa del bombardeo había sido la
negativa de los indígenas a la construcción de una carretera que
iba a destruir sus bosques, además de encontrase en guerra con
agentes externos a sus territorios por el esclavismo y extermino que
habían sufrido por los caucheros ya mencionados. Fue una batalla de
arcos, flechas y cerbatanas contra metrallas y bombas de napalm.
Además hizo todo lo posible para la
eliminación del Servicio Forestal y de Caza, arguyendo que no
existía un presupuesto para una institución de tan bajo nivel. En
ese momento, los comuneros andinos, que conocían la labor de la
institución, se levantaron en armas y ejercieron tal presión
social, que a Belaúnde no le quedó más que retroceder en sus
demencias.
Ya en su segundo gobierno la obsesión
del ex-presidente por la Amazonía lo llevo por todos los medios el
intentar trasladar la capital del Perú al valle del río Pachitea,
lugar hoy conocido como Ciudad Constitución, lo que llevó, como
mencioné anteriormente a la destrucción de dos décadas de trabajos
en el Bosque Nacional von Humbolt, además de la continua
desmoralización de la DGFFS al crear el Programa Nacional de Re
forestación a mando de uno de los personajes más oscuros de la
Historia Forestal del Perú, Matías Reyes, lo cuál fue un fracaso
rotundo.
Belaúnde tuvo siempre un lugar en sus
discursos para el sector forestal y ambiental, pero siempre de forma
negativa, y nunca haciendo caso a los técnicos del país en sus
decisiones sobre la cuenca Amazónica, declarando siempre, hasta en
la cumbre el acuerdo de Cartagena, que éramos unos ecologistas
extremos y que no conocíamos la realidad del país. Casualmente los
mismos argumentos de varios grupos de poder y “empresarios” que
están destruyendo la Amazonía hoy en día. La historia como
siempre, se vuelve a repetir.
Dourojeanni, M. 2009. Crónica Forestal
del Perú.